Don Ángel Fernández Guerrero cumplirá 87 inviernos en menos de un mes y es consciente de que tiene el sol a las espaldas. Pero también de que a estas alturas no vale la pena abandonar sus viejos sueños y serle infiel a las pasiones que un día encendieron su vida. Por eso, cada verano, cumple el mismo trámite que inició hace setenta años: renovar su carné del Granada.
Don Ángel es el socio número uno. En el carné y en casi todos los sentidos. Este caballero rojiblanco, que empezó a gritar los goles de su equipo en el viejo campo de Las Tablas, que fundó una peña de 1.200 afiliados, que siguió al Granada por media España, ha acreditado un amor por los colores rojiblancos a prueba de bombas… y de descensos, crisis, desilusiones y fracasos, que mucho de eso ha habido en la larga historia del Granada.
Don Ángel es un granadino ‘pata negra’, del barrio del Realejo, una de las zonas más futboleras de la Granada de entonces. Hablamos de los primeros años de vida del club, allá por los años treinta, en plena República. «Ya había una peña en el Realejo y yo iba a ver al que entonces se llamaba Recreativo de Granada. Me llevaba mi tío Jesús Guerrero y pagaba media entrada», recuerda. La guerra civil paralizó la competición y en septiembre de 1939, finalizada la contienda, el fútbol empezó a recuperar la ‘normalidad’. «Mi tío me pagó el primer carné y desde entonces hasta ahora no he fallado un solo año», resume en una frase que encierra nada menos que siete décadas.
«La guerra dejó muchas cicatrices. La gente tenía que echarse en manos de algo y el fútbol se convirtió en una necesidad. El partido del domingo se esperaba como agua de mayo», evoca con voz sabia, igual que habla de la llegada a Primera División, en la temporada 1940-41, gesta de la que es uno de los contados testigos que aún puedan relatarla.
La memoria de don Ángel, que trabajó toda su vida en la Caja de Ahorros de Granada, donde llegó a ser subdirector general, tiene raptos prodigiosos. Basta con iniciar la vieja retahíla de Floro, Millán González, para escucharle continuar «Maside, Bonet, Sosa, Guijarro, Trompi, César, Bachiller y Liz». Su mujer lo mira asombrada. Seguramente no recuerde qué almorzó ayer, pero el Granada… es el Granada. «Aquel fútbol era diferente -rememora-. Se apoyaba más en la fuerza que en la técnica». Con todo, destaca de la primer época a González, a César -«subimos gracias a él»- y sobre todo a Pepe Millán, el mito del barrio de la Pescadería.
«Con el tiempo trabé amistad con Millán. Fue un futbolista fuera de serie y un caballero fuera del campo. Nos daba mucha alegría cuando nos encontrábamos por Almuñécar. Sentí mucho su pérdida», indica. El desaparecido defensa granadino no fue el único jugador con quien se relacionó. «Yo trabajaba en la Caja -explica- y como los futbolistas se abrían cuenta en ella, hice amistad con algunos».
Otro de los personajes que recuerda con cariño es Candi, el histórico portero y luego presidente en varias épocas. «Casualmente, estaba en el club el día que firmó su contrato. Después, por motivos de trabajo, venía mucho a verme. Las finanzas del club no andaban muy bien», subraya con benevolencia.
La Peña del Realejo
Uno de los recuerdos que con más cariño conserva don Ángel es el de la peña del Realejo que contribuyó a refundar y llegó a presidir. «Antonio Ocaña Martín, el dueño del bar Ocaña, me animó a mover el asunto y la afición respondió. Superamos los mil peñistas y algunos se animaron a crear otras, como la de San Juan de Dios, la del Albaicín o la de la Pescadería. Sorteábamos viajes, íbamos a ver al equipo fuera… en Málaga había que salir custodiados por la Policía Armada. Nos apedreaban, aunque también aquí les llamábamos boquerones», evoca.
En el año 1972, al poco de abrirse el aeropuerto, fletaron un avión para ver al Granada en Las Palmas. «Fue la primera vez que volé, y casi nos quedamos sin ver al equipo porque no había entradas. Hice una gestión con un compañero de la Caja de allí y terminamos en el palco», rememora no sin cierto pudor. También recuerda el día que hizo socio de la peña a José Cuerva Cobo, abuelo del actual presidente.
Los posteriores descensos del Granada llenaron de desilusión el corazón de don Ángel, que no por ello abandonó su carné. «Nos dio muchas alegrías. Era un equipo sonado y temido. Luego vino una época mala y me decepcioné mucho. Ahora no voy, pero un nieto me llama todos los domingos y me da el resultado. Eso sí, seré socio mientras Dios me dé salud. Intentaré aguantar hasta verlo en Primera», bromea don Ángel, el socio número uno, el rojiblanco más fiel.

Autor: Manuel Pedreira

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