Los ojos de la abuela
miran la vida en rosa
desde sus azules ojeras de setenta.

La nieta le hace un guiño al pasado
con su vestido blanco de puntilla
y los deshechos rizos
bailando entre los hombros.

La abuela se inflama de recuerdos.
La nostalgia amarilla
las sacude a las dos
como el viento a la hiedra.

Por las horas tranquilas de la tarde
el pasado se esconde en cada esquina,
un pasado agridulce de membrillo
que la abuela percibe
en el olor a vida de su nieta.
El abuelo, abstraído,
de repente la mira
y en su interior descubre
la misma mujer joven
que ha amado tantos años.

El vestido de gasa de la nieta
repica olas de viento
y los abuelos,
volando en sus recuerdos
viajan juntos en  la tarde.

Autora: Tonuka

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *